Jesús, SÍ nació el 25 de diciembre

Historia-Religión

por Javier Barraycoa

Se ha extendido un estereotipo aparentemente ingenuo entre los católicos, pero es de los típicos que va socavando la fe en la Tradición de la Iglesia. Se trata de negar que Cristo naciera el 25 de diciembre y que esta fue una fecha escogida posteriormente por la Iglesia, para “cristianizar” fechar paganas.

Este estereotipo se ha desparramado tanto que baste ir a un buscador de Internet e introducir las palabras “cuándo nació Jesús” y la práctica totalidad de resultados son explicaciones “negacionistas”. Los argumentos se repiten hasta el aburrimiento y, lo que es peor, no se citan fuentes ni se encuentran argumentos mínimamente historiográficos que avalen esa supuesta hipótesis. Todo se reduce a un argumento apriorístico cuyo único valor es que se repite constantemente. Toda la cuestión de la historicidad del nacimiento de Cristo, acaba reducida a «la voluntad de la Iglesia de aprovecharse de una fiesta pagana».

Hemos de reconocer que en este tema no podemos demostrar algunas intuiciones (ya avisaremos qué puntos no podemos de momento demostrar hasta no realizar una investigación más profunda), pero sí hay puntos que deben ser conocidos por todos los católicos.

Los que queriendo denunciar a la Iglesia infunden errores o estereotipos infundamentados

No sabemos cuándo, pero alguien se empeñó en afirmar en algún momento que la Iglesia engañaba. Una forma sutil de dejar caer esta idea era plantear el aparente argumento histórico de que Jesús nació en fecha desconocida y que la elección del 25 de diciembre era interesada. Este argumento se nos antoja relativamente reciente, aunque más adelante destacaremos el origen datado (aunque posiblemente más antiguo e incardinado en alguna herejía gnóstica). Lo que sí tenemos por cierto que ciertas sectas protestantes decimonónicas, empezaron a popularizar esta tesis, basada en la propaganda de protestantes del siglo XVII, que a su vez recogieron alguna ocurrencia de un benedictino algo tramposillo. El protestantismo que extendió masivamente la tesis de que la Iglesia se había inventado la fecha del nacimiento de Cristo, es un protestantismo ya alejado del de Lutero y Calvino, incluso de sus reformas dieciochescas. Se acerca a un protestantismo más “moderno” como las sectas milenaristas adventistas o bien sectas no—cristianas como los Testigos de Jehová. Leyendo sus argumentos, uno sospecha que lo que pretendían no era tanto buscar la verdad sobre el nacimiento de Cristo, sino desprestigiar a la Iglesia católica por manipuladora, buscando adaptarse a otras realidades para imponerse.

Otra fuente de estos estereotipos arranca ya no de movimientos religiosos sino esotéricos. Personajes como JJ. Benítez, Jiménez del Oso y tantos otros que se dedicaban a plagiar las tonterías que venían del mundo anglosajón, fueron popularizando la misma tesis: Jesús no nació el 25 de diciembre. El argumento es que muchas divinidades de otras religiones habrían nacido la misma fecha y en circunstancias muy parecidas a la relatada en el Evangelio. De los muchos ejemplos que proponen estos autores: Buda, Krishna, Horus, … reconocemos que desconocemos los términos y las fuentes reales de esas descripciones. Sin embargo, a modo de ejemplo veamos la falacia sobre Buda.

Hay una tradición que dice de Buda que nació de la Virgen MAYA un 25 de diciembre; anunciada por una estrella y concurrida por hombres sabios con costosos regalos. Buda fue sanador, caminó sobre las aguas, alimentó a personas milagrosamente multiplicando bollos, murió y resucitó y ascendió a los cielos. Vamos una réplica de la vida de Cristo. Lo que no dicen los que nos presentan así a Buda es que estas descripciones de un Buda divinizado son muy tardías. Corresponden al Siglo V después de Cristo y es una imagen elaborada por Cristianos nestorianos en la India y Asia que “cristifican” la figura de Buda. De las fuentes anteriores sobre Buda, apenas tenemos nada a lo que agarrarnos. Lo que sí se sabe de cierto es que los primeros budistas negaron el carácter divino del personaje. Pero mil años más tarde, por influencia de esos cristianos nestorianos, se diviniza la figura de Buda.

Un monje tonto y un protestante malo

Una verdadera revolución (en sentido positivo) intelectual se produjo con el estudio de William J. Tighe, profesor de Historia de la Universidad de Muhlenberg. En 2003 publicaba uno de los más serios análisis origen de la fecha de la Navidad. Su tesis destrozaba lo que ahora el 99,9 por ciento de los cristianos creen, esto es, que la fecha del nacimiento de Cristo no se sabe y que la celebración del 25 de diciembre se debe a los motivos antes aducidos. William J. Tighe sostiene que todo ocurrió al revés de la idea actualmente dominante. No es que el cristianismo “plagiara” una fiesta romana, sino que el imperio se inventó una fiesta para solapar la creciente influencia del cristianismo y la celebración del nacimiento de Jesús.

Según el historiador británico, la primera confusión la introdujo explícitamente un monje que debía ser algo tontorrón (esto lo digo yo). Se trata de Dom Jean Hardouin, un monje benedictino. Corría el siglo XVII y este monje inglés intentó demostrar que la Iglesia católica había adoptado festivales paganos para fines cristianos. Lo cierto es que este monje estuvo en interdicto por haber manipulado ciertas partes de las cronologías bíblicas (ya incluso del antiguo testamento) introduciendo textos apócrifos.

Las tesis de este benedictino se fundamenta en el calendario juliano (creado en el año 45 a.C) y ya veremos que traerá sus problemas plantearlo así. En este calendario el Solsticio de invierno caería el 25 de diciembre. Este argumento tomado al aire fue aprovechado con mala intención por un protestante. Se trata de Paul Ernst Jablonski, un protestante alemán. Utilizando el argumento del benedictino, su intención era claramente atacar a la Iglesia católica. Quería demostrar que la celebración del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre no era una estrategia de la Iglesia católica de cristianizar al mundo pagano, sino que era una manifestación de la paganización del catolicismo.

Resumiendo, la tesis de que la Iglesia se apropió de una fiesta pagana, arranca a finales del siglo XVII y principios del XVIII y se consolida con el nuevo milenarismo protestante y sus furibundos ataques a la Iglesia Católica. De hecho, como volveremos a argumentar, las celebraciones cristianas del nacimiento de Cristo cada 25 de diciembre son anteriores a las institución de la fiesta del «Nacimiento del Sol Invicto», por parte del emperador romano Aurelio el 25 de diciembre de 274. Esta institución fue casi con toda certeza un intento de crear la alternativa pagana a una fecha que ya gozaba de cierta importancia para los cristianos romanos.

Lo que sí podemos empezar a saber con certeza

Como decíamos, la tesis proveniente del mundo protestante y ciertos ámbitos católicos, sobre el “plagio” cristiano del 25 de diciembre, no tiene más sustento histórico que el que se inventó esta tesis. El «Nacimiento del Sol Invicto», instituido por el emperador romano Aurelio el 25 de diciembre de 274, fue como ya señalamos— más tardío que las celebraciones cristianas del nacimiento de Jesús el 25 de diciembre.

Sí sabemos que en Roma había dos templos dedicados al Sol. Uno de ellos era custodiado por los antepasados de Aurelio y celebraba su festival de consagración el 9 de agosto, y el otro el 28 de agosto. El culto al sol romano había decaído en el siglo II, siendo sustituidos por los cultos solares orientales, como el de Mitra. No obstante ninguno de estos cultos, romanos u orientales, estaban relacionados con solsticios o equinoccios.

Aurelio, posteriormente a las primeras liturgias cristianas, instauró la fiesta del «Nacimiento del Sol Invicto» como una forma de unificar espiritualmente un Imperio ya totalmente disgregado por lo que hoy llamaríamos “multiculturalismo”. Esta sería una fecha que pretendía relacionar el renacimiento del Sol (el alargamiento de los días con el solsticio) con el “renacer” del imperio. Y para reforzar la fiesta la hizo coincidir con la del cristianismo que ya empezaba a despuntar.

Ciertamente, no tenemos pruebas documentales de la celebración de la Navidad hasta algunos años después de Aurelio, en el año 336 d.C.. Pero ello no significaba que no se celebrara antes. Además sí que hay datos más que suficiente de que los cristianos tanto latinos como orientales, ya en el siglo II y III se preocuparon por averiguar la fecha exacta del nacimiento de Cristo, para fijar tanto la Muerte de Cristo como su nacimiento.

Por ejemplo se sabe que en el siglo II se produjeron fuertes disputas sobre si la Pascua tenía que caer siempre en domingo o en cualquier día de la semana (con otras palabras si se debía seguir el calendario lunar o el solar). Una profunda tradición judía, atribuía que los grandes Patriarcas del Antiguo Testamento nacían y morían en el mismo día (de ahí que aún se conserve la tradición de denominar el día del fallecimiento de los santos como su «dia natalis»). Siguiendo los intentos de los primeros cristianos por fijar el día de la muerte de Cristo, un 25 de marzo según el calendario actual, ésta indicaría también el día de su concepción, y nueve meses más tarde el de su nacimiento el 25 de diciembre. Todo ello se barruntaba mucho antes de la famosa institución de la fiesta del sol de Aurelio. En la tradición cristiana griega se mantuvo el cálculo del 6 de diciembre, de ahí que el 6 de enero se celebre la epifanía de Señor.

El testimonio de San Juan Crisóstomo

La celebración de la fiesta de Navidad en 25 de diciembre, se detecta litúrgicamente en Constantinopla en el año 379 o 380 (lo cual no significa que no se celebrara mucho antes). De un sermón de San Juan Crisóstomo, Patriarca de Antioquía, se deduce que ahí se celebró por primera vez el 25 de diciembre del 386. En uno de sus sermones, San Juan Crisóstomo, alienta a los cristianos que duden de la fecha del nacimiento de Cristo que vayan a Roma y consulten los censos que se elaboraron en la época del nacimiento de Jesús. Da a entender que muchos cristianos ya los habían consultado y así lo habían confirmado con su testimonio. Por desgracia esos censos desaparecieron con las invasiones bárbaras y los incendios de Roma.

Poco a poco la mayor parte del cristianismo, incluso en Jerusalén, se aceptó como definitiva la fecha de 25 de diciembre (antes del triste cisma de Oriente). Sólo la Iglesia armenia celebró (hasta hoy en día) el nacimiento de Cristo, la adoración de los Reyes y el bautismo el 6 de enero. En esta fecha, los actuales cristianos ortodoxos celebran la Epifanía y el bautismo de Cristo en el Jordán.

Todo indica por tanto, que el de 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Cristo no tiene nada que ver con las influencias paganas. Y que, en todo caso, el intento de manipulación fue de los emperadores y no del cristianismo. Es imposible creer que los cristianos del siglo III se dejaran engañar y confundir una fiesta celebrada en honor de un astro con Cristo ya tenido como: «la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo». San Cipriano ya decía de Jesús: «Él es el verdadero Sol» y San Agustín: «Él es el nuevo Sol», en concordancia con múltiples profecías del Antiguo Testamento.

Cada vez más historiadores apoyan la tesis de que: “las fechas de 23 de Septiembre y 24 de Junio para el anuncio y el nacimiento de San Juan Bautista y el 25 de marzo y el 25 de diciembre para la Anunciación y la Navidad, no son fechas arbitrarias, y no provienen de ideologías de sustitución, sino que las Iglesias habían conservado memorias ininterrumpidas, y cuando decidieron convertir esta memoria en celebraciones litúrgicas no hicieron otra cosa sino sancionar un uso inmemorial en la devoción popular”. Así se expresaba, por ejemplo, T. Federiсi en L’Osservatore Romano ya en 1998 en L’Osservatore Romano.

Aunque la primera constancia de celebración litúrgica de la Navidad el 25 de diciembre es el del siglo IV, como dijimos arriba, tenemos constancia de que esa fecha ya era aceptada por los cristianos mucho antes. En la tradición latina hay referencias de autoridad. Por ejemplo en los comentarios al libro de Daniel, de San Hipólito (siglo II), donde se lee: “la primera venida de nuestro Señor, la que tuvo lugar en la carne, según la cual Él nació en Belén, tuvo lugar ocho días antes de las calendas de Enero (1 de Enero), el miércoles, el año 42 del reino de Augusto”. La referencia corresponde indudablemente al 25 de diciembre. Igualmente, Sexto Julio Africano, principios del siglo III, atestigua que 25 de marzo la Iglesia ya celebraba la Anunciación (el momento de la concepción del Hijo de María) y por tanto 9 meses después debería producirse el nacimiento.

De forma paralela, la Iglesia oriental desde muy pronto, empezó a celebrar la fiesta del anuncio del Ángel a Zacarías el 23 de septiembre. Por ello, al igual que con Jesús, la fiesta de San Juan Bautista se celebraba 9 meses después: el 24 de Junio. En el Evangelio de San Lucas, se señala que la Anunciación se produjo “al sexto mes” (Lc 1, 26) del anuncio a Zacarías de que le iba a nacer un hijo (San Juan Bautista). Según estos datos que nos proporciona el Evangelio se puede volver a comprobar que la fecha del nacimiento de Jesús sería el 25 de diciembre. Tanto los Padres de la Iglesia como la Iglesia primitiva eran conscientes de todos estos datos y fechas. Y lo más lógico es que en la medida que se fue elaborando el calendario litúrgico se fijara por ese motivo la Natividad de Jesús en la fecha apuntada. Por lo tanto, afirmar que se debe a la tardía influencia de la festividad romana del “Sol invicto” carece de sentido.

Los manuscritos de Qumram

Lo que era una teoría extendida por el protestantismo (la invención de los cristianos de la fecha del nacimiento de Cristo), gracias al descubrimiento de los manuscritos de Qumram, empieza a tener una respuesta que la desmonta. Los Manuscritos nos ofrecen el denominado “Libro de los Jubileos”. En él encontramos las claves para reconstruir los turnos de los sacerdotes del Templo. Los escritos especifican que el turno de Abías, al que según el evangelio de Lucas (Lc 1, 5) pertenecía Zacarías (padre de San Juan Bautista, era el octavo. Había un total de 24 turnos y a Abías le correspondía la última semana de septiembre.

Este dato es fascinante, pues otorga una lógica total a la primitiva tradición judeocristiana según la cual, el 23 de septiembre la fiesta del anuncio del Ángel a Zacarías y consecuentemente –por todo lo argumentado arriba— la fecha del nacimiento de Jesús se confirmaría que sería el 25 de diciembre. Todos estos datos se extraen de los estudios de la experta en los manuscritos del Qumram, la francesa Annie Jaubert, cuyo prestigio internacional le avala.

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