Se viene nomás la batalla cultural

Opinión-Política

por Antonio Caponnetto

Cuando el delegado y elegido de Perón, Héctor Cámpora el hombre alfombra del General, como lo llamara Genta— asumió el poder en el infausto 1973, desde la revista Cabildo, sacamos una tapa con la caripela asqueante y satisfecha de náusea de José Ber Gelbard, formalmente nombrado Ministro de Economía. El retrato, claro, iba acompañado de una leyenda que decía: «¿Y este es el rostro de la liberación?». Una larga y fundada nota, apuntando las fechorías del hebreo, daba cuenta de su pasado delictivo, ligado al ámbito de la usura, de las finanzas turbias y del dinero malhabido. La pregunta de aquella tapa era retórica, por cierto. Pero hacía alusión a uno de los ejes centrales de la campaña peronista para llegar al poder; a saber, que combatirían la dependencia y nos darían la liberación.

Pues resulta que ahora, entre los nombramientos formalmente asegurados de Milei se cuenta con el de Leonardo Cifelli como Secretario de Cultura. “Leo”, para sus amigues, tiene frondosos antecedentes como productor teatral en el submundo de la farándula, del espectáculo en su peor acepción política y del universo de actrices y actores putoides; verbigracia, de ese despojo humano que se llama Pepito Cibrián Campoy, cuya inverecundia compite con su nadería.

Una vieja noticia de julio de 2013, nos lo muestra a Cifelli festejando efusivamente el “casamiento” de Marilina Ross con su pareja Patricia Rincci. No sólo eso, nos lo muestra, junto con otra invertida como Sandra Mihanovich, “asesorando a las novias en todo” y “el festejo que se hará en el restaurante mexicano de Marita, la pareja de Sandra, en Martínez”. Todo puede saberse con estos y muchos más (https://www.continental.com.ar/espectaculos/a-los-70-anos–se-casa-marilina-ross_a60e45ec9771a9219a550e210) 

¿Y este es el rostro de la batalla cultural? 

Pues bien, la comparanza es casi obvia entre aquel 1973 y este exacto medio siglo después. ¿Este es el rostro de la batalla cultural, que nos prometían y aseguraban los pandilleros mileistas de la Nueva Derecha? ¿Esta es la esfinge, el emblema o el signo de quienes nos acusaban de no comprender la gesta intelectual que se abalanzaría sobre la sociedad al solo conjuro de la victoria peluquense? ¿Esta es la señal de los festejos de que ha sido derrotado el progresismo, la zurda y el detrito cosmovisional del kirchnerismo? ¿Esta es la epopeya recuperadora de la cultura, anunciada por los paladines de La Libertad Avanza, y que por no saber valorar ni comprender ni votar, fuimos catalogados de irrecuperables para la vida política? ¿Y si no lo fuera, nada tienen que protestar, ni ninguna disculpa que ofrecernos, los que rifaron la ortodoxia católica, como platejo de lentejas, para que se alzara con el poder tamaño gólem, parido entre las usinas más turbias de la sinagoga?

No esperábamos que el esperpento libertario nombrara en el área al Cardenal Cisneros o a Alcuino. Pero al menos a alguien a quien le funcionaran normalmente las hormonas, como para tomar distancia de todo ese burdelesco aparato al servicio de la mentira, de la maldad y de la fealdad en que se ha convertido hoy la cultura.

En rigor, no nos preocupa el nombramiento de Cifelli o desquiciado análogo. Estamos acostumbrados a enfrentarlos. Nos preocupan dos cosas: la ceguera obtusa y recalcitrante de los supuestos “buenos”, que siguen apostando a Milei; y la obscenidad pronunciada e insolente con que éste sigue dando muestras de su alineación en el bando judeomasónico. En tal sentido, la Argentina nunca ha conocido un presidente más pornográfico en la materia. Es su “proyecto personal de vida”, por cierto. Y al no haberlo ocultado nunca, hay que decirlo, el perengano no engañó a nadie.

Pero se engañan, sí, y mucho, todos aquellos que no presienten, olfatean o intuyen que detrás de ambos fenómenos —la ceguera empecinada de los buenos y la pornografía política de los malos — hay algo que huele a preternaturalidad. Milei las llamó «fuerzas celestiales». Se olvidó de decir que, son las fuerzas caídas, las rebeladas contra Dios Uno y Trino, las ofensoras del plan creacional, las vociferantes del «non serviam», las emponzoñadas en la soberbia, las castigadas por ende con el soplo arrollador del Señor de los Ejércitos.

Terminará esta bacanal maldita peor de lo que ya empezó. Terminará con un desparramo de vesania, filfa y hemorragia. Y los que lo anunciamos, no seremos precisamente blancos de pedidos de disculpas, sino de piedras con las que querrán lapidarnos. Reste decir, porque siempre hay un imbécil sofista que se hace el que no entiende, que la bacanal cuya ruindad anunciamos, se vale de los Milei o de los Massa o los malparidos de turno. Las ranas del Apocalipsis, de las que habló Castellani. Pero su verdadero nombre es democracia. Contra ella nuestra lucha, por un Orden Social Cristiano. Aunque no lo vean nuestros ojos terrenos ni lo entiendan los oportunistas. Dios me entiende, musitaba Don Quijote. 

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