La muerte de doña Rosa

Opinión-Política

por MDM

Mucho le debemos a doña Rosa. Mejor que nadie encarnó aquello que llamábamos sentido común, esa humilde y sabia rendición de la diferencia específica ante la evidencia. Pero como muchas instituciones, pareciera que doña Rosa ha muerto, o por decir lo menos, que agoniza con metástasis.

No mucho tiempo atrás asistíamos al embate revolucionario contra el sentido común. La estrategia, si bien académica, se parecía más a la de una guerra convencional: directa, abierta, frontal. Hay que cuestionar, minar, socavar, al sentido común, se decía desde la cátedra universitaria, con coherencia pero sin verdad.

El divorcio del pensamiento con el mundo real extramental, propuesto por las corrientes idealistas del pensamiento, llevó a la mutación del mismo significado de la expresión sentido común.

Sin ninguna referencia a una realidad sólida, consistente, certera, vino a convertirse en un mero conjunto de costumbres, prejuicios, mandatos sociales, osificados por la repetición y por la infame comodidad que supone permanecer en territorio explorado, sin dar el salto heroico y progresista hacia lo desconocido, representado por la novedad por la novedad misma.

Más allá de cierta hegemonía universitaria de esa manera de concebir al sentido común, no era muy difícil refutar aquellas premisas, que escondían una noción constructivista de la cultura. Bastaba con confrontar a doña Rosa una vez más con el universitario moderno, incapaz de ver lo que tiene frente a sus propias narices. Doña Rosa representaba al Hombre Común chestertoniano, ese ser humano que reconoce con prontitud la bondad y belleza perenne en ciertas realidades, como la familia y el amor a la tierra de los padres.

Empero la revolución, como siempre, intenta superarse, renovando sus tácticas y estrategias de guerra cultural. Luego de innumerables derrotas, tomó nota de la situación y comenzó a abandonar sus esfuerzos por confrontar con doña Rosa. Advirtió su poderío y entendió que era necesario ganar su corazón para la causa.

El enemigo del ser, comprendió la fuerza cuasi-religiosa que tiene invocar al sentido común, una especie de divinidad capaz de poner fin a interminables debates eruditos, de poner de rodillas a sofisticados silogismos que enhebran naderías.

Utilizó un recurso sumamente eficaz: la falsificación. Mantuvo la palabra, pero adulteró su contenido. Captó el poderío retórico del significante, pero modificó su significado. Dividió maliciosamente la expresión de su raíz ontológica, fracturando su conexión con el orden natural.

Doña Rosa ya no es aquella señora entrada en años que, con su largo vestido hasta los tobillos y escoba en mano, advertía en las más diversas circunstancias concretas de la vida que una cosa no podía ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo respecto.

Doña Rosa ya no es terror y escándalo de los edificadores de utopías y distopías. La han transformado en un sujeto de la revolución. Ya no representa ese común sentir basado en la más próxima experiencia con las cosas, sino que se convirtió en caja de resonancia de la propaganda de los poderosos.

Para muestra, un botón. Si doña Rosa se inocula, es porque es bueno hacerlo. Doña Rosa goza de mucho prestigio, rara vez se equivoca, ya que su olfato realista no falla, lo que la convierte en campeona del menos común de los sentidos.

Como se ve, en eso ha devenido doña Rosa, un ser teledirigido replicador de eslóganes mediáticos bajados por las élites dominantes. Han matado a doña Rosa o, cuanto menos, agoniza.

Sin embargo, hay muchas razones para ser optimistas. Sabemos que la realidad tarde o temprano se termina imponiendo. El mundo es bueno, ya que es creatura de Dios. El mal es solo una privación del bien debido. No es más que un parásito del ser. Pronto se consume en su propia lógica destructiva.

Puede morir doña Rosa, pero no por mucho tiempo. Los fuegos de artificio hacen mucho ruido y fascinan nuestros sentidos, pero esos efectos duran poco.

Doña Rosa apagará su televisor, calzará bien sus ruleros y alzará nuevamente su escoba temeraria contra el luciferino gobierno de los tecnócratas, de la prensa mercenaria, de la finanza internacional y de los politiqueros de turno y, una vez más, vencerá.

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2 Responses

  1. Pienso que doña Rosa sigue existiendo y el costura mientras exista en el mundo la logevudad sinónimo de experiencia más que adquirir conocimientos s que si no hay experiencia no sirve a pesar de la hegemonía Universitaria y a diferencia de Doña Rosa si o si serán sabios en su. vejez después de haber adquirido experiencia.

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