Cristianismo católico hispano y el alma de occidente

Hispanidad-Historia-Opinión-Política

por Yenny Inés Farfán

Tal vez muchos conozcan el libro La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo de M. Weber, ya que con justa razón ha sido bastante difundido por su influencia en el orden liberal

Sin embargo, a causa de la Leyenda Negra Española que afirma que el imperio español fue una aberración para la humanidad por destruir el paraíso del buen salvaje americano, robándoles el oro y dándoles a cambio vejaciones y cruces muy poco sabemos sobre el Cristianismo Católico Hispano y la Escuela de Salamanca en su rol de forjar el alma de occidente.

No podemos pasar por alto este asunto si pretendemos resguardar el mundo libre, del que los escolásticos hispanos son la piedra angular. Basados en obras de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, ellos cambiaron el paradigma intelectual de la época, elaborando un sistema en defensa de la moral, la propiedad privada, el espíritu de empresa, la Ley Natural y la expansión del comercio como beneficio social.

A través de elaboraciones aristotélico-tomistas, transformadas en historias, estos católicos hispanos, en su mayoría dominicos y jesuitas, transmitieron sus ideas en la academia y plazas públicas, enseñando que un sistema basado en la propiedad común haría imposible lograr la abundancia de bienes. Sin los escolásticos hispanos puede que jamás haya surgido un Adam Smith ni el mundo libre tal como lo conocemos.

Para conocer su pedagogía tenemos por ejemplo este cuento de San Bernardino:

«Tres pueblos se pusieron de acuerdo en comprar un burro y mantenerlo en un galpón para que llevara al molino el grano de los tres pueblos.

»Un habitante del primer pueblo fue a por el burro, lo llevó a su casa, le puso sobre el lomo una buena carga de trigo y lo condujo al molino. Durante la molienda, soltó al burro para que pastara, pero casi no había hierba. Molido el trigo, tomó la harina, la cargó sobre el burro y la llevó a su casa. Descargó el burro y lo llevó al galpón, pensando: “el que lo usó ayer debe haberle dado pasto. Ahora no necesita nada”. Y lo dejó.

»Al día siguiente, otro hombre del segundo pueblo fue a por el burro. Se lo llevó a casa, lo cargó más que el día anterior y, sin haberle dado de comer, lo llevó al molino. Terminada la faena devolvió el burro al galpón, pensando que el usuario anterior debía haberlo alimentado. Lo dejó mientras decía “¡ahora estoy muy ocupado!”

»El tercer día llegó otro del tercer pueblo, cargó al burro más que nunca, y decía: “Este es un burro de la municipalidad. ¡Ha de ser guapo!”, y lo llevó al molino. De vuelta, el burro iba más lento y se detenía a menudo. El usuario tuvo que azuzarlo con el látigo, y en medio de grandes esfuerzos llegó a casa. De vuelta el burro apenas podía moverse, y el otro decía: “¡Qué porquería de burro tiene la municipalidad para servir a tres pueblos!”. Tampoco ese día le dio nada.

»¿Queréis saber cómo terminó? Al cuarto día el burro reventó y lo despellejaron».

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