Mi experiencia con un santo aún no canonizado

Opinión-Política

por  Leandro Blásquez

Corría el mes de agosto del año 2001, más precisamente los días 17, 18 y 19. En aquel entonces oí por primera vez, o por lo menos así lo recuerdo, hablar de Carlos Alberto Sacheri.

Se realizaban las Jornadas de Formación Católica del Litoral en el GADA, y en una de las conferencias escuché su nombre y me enteré de que había sido un gran maestro argentino asesinado por los enemigos de Dios y de la Patria.

No recuerdo quién o quienes lo mencionaron, la cuestión es que llegué a mi casa con ansias de leer su obra y conocer más sobre su vida. Es por eso que lo primero que hice fue recurrir a mi papá para preguntarle si conocía a aquel profesor y si había leído algo de él. La respuesta fue positiva y enseguida me alcanzó uno de los libros que siempre había estado en la biblioteca, pero que por esas cosas de la edad (tenía 23 años), yo ignoraba.

 

Ese libro, que como bien dije, siempre estuvo en nuestra biblioteca, se llamaba “El orden natural”. Ya con el título se podía vislumbrar lo interesante que iba a resultar.

Ahí mismo comencé su lectura y simultáneo estudio (para disgusto de mi mujer lo subrayé todo con birome). ¡Me atrapó muchísimo! Comenzando por el prólogo del recordado Monseñor Tortolo (un gran Obispo argentino), quien en su antepenúltimo párrafo lo llama mártir; y siguiendo con todo el resto de los capítulos, aprendí y confirmé la buena doctrina que no lograba entender por el superficial fundamento con el que se desarrollaban en las clases de la secundaria y de la “Universidad”. Me refiero a cuestiones como la Iglesia y lo social, la existencia de un derecho natural, los derechos y deberes de las personas, el error de las ideologías, el verdadero sindicalismo, el bien común, la participación política, la autoridad, la democracia, etc., etc.

En lo personal, considero que ese pequeño libro es un hito en mi historia, tanto desde el punto de vista del pensamiento, como desde lo espiritual.

Cuando terminé de leerlo llegué a una primera conclusión: Sacheri había sido un grande. Con qué facilidad, sencillez y concreción explicaba todo eso que no son ni más ni menos los temas que nos interesan, o debieran interesarnos, a quienes nos preocupan las cuestiones de la polis, o sea la política, y entendemos que ésta debe tener un sentido trascendente.

Con el correr del tiempo, me enteré de que Carlos Sacheri había escrito otro libro que llevaba un título polémico, que me generaba curiosidad y deseos de saber por qué se llamaba “La Iglesia clandestina

En esta obra, Sacheri desenmascara y denuncia con toda claridad, prudencia y caridad a quienes trabajaban voluntariamente, o cooperaban de alguna forma con el fenómeno hereje llamado “tercermundismo”, que no es otra cosa que la infiltración de la ideología marxista dentro de la Iglesia Católica.

Una vez que terminé de leer ese pequeño, pero enorme libro, arribé a una segunda conclusión con respecto al autor: además de ser un grande, era un hombre muy valiente e inteligente. De él puede decirse que realmente tenía la lucidez y el coraje para defender la Verdad. Pero además, poseía un condimento difícil de encontrar: la virtud de la caridad. Era muy caritativo. Se nota que no se regocijaba por haber descubierto a la mentira o a la maldad, sino que le dolía que éstas existieran y se propagaran en el ámbito eclesiástico, y por eso era muy prudente al momento de mencionar personas. Siempre aclaraba que muchos de los que cooperaban con la propagación del error lo hacían por ignorantes, o a veces de buena fe. Pero a quienes eran ideólogos, promovían e impulsaban estos errores los denunciaba con nombre y apellido.

Unos años más adelante, para complacer a mi amigo y maestro Héctor Hernández (†), y poder presentar una ponencia en el Congreso de Jóvenes abogados de Mar del Plata, tuve acceso (gracias a Héctor) a un escrito de Sacheri donde hacía referencia a la participación estudiantil. Fue muy fructífero. Primero, porque logré comprender este tema tan mencionado hoy en día, pero tan maliciosamente interpretado. Y segundo, porque lo utilicé muchísimo para dar clases en la secundaria y en la “Universidad” donde comprobé, una vez más, que la pluma sacheriana, es sumamente efectiva y clarificadora para quien, partiendo de la honestidad intelectual, tiene el deseo de aprender. 

Este es el camino que recorrí hasta llegar al 2007, año en el que, después de esperarlo durante mucho tiempo, (y haberle taladrado la cabeza al autor con la pregunta
“¿cuándo sale el libro?”), finalmente se publicó la biografía de Sacheri, en un libro muy grande llamado “Sacheri. Predicar y morir por la Argentina”.

Cuando lo vi, debo admitir que me
impresionó por su tamaño. Pero mucho más que esto, por el diseño,
las letras y las fotos de la tapa y la contratapa.

Lo conseguí en Paraná mientras
participaba nuevamente de las Jornadas de Formación Católica del
Litoral, que desde hace ya varios años se desarrollan
ininterrumpidamente en aquella vecina ciudad.

Esa misma noche comencé a leerlo.

Desde el prólogo y la dedicatoria, hasta la última página, sentí un enorme gozo mientras iba conociendo y profundizando en la vida, el magisterio, la lucha y la época donde vivió el biografiado (¡cuánto clarifican esos “apuntes históricos” que aparecen salpicados en todo el libro!). Y finalmente, una mezcla de tristeza y alegría por lo que fue el gran triunfo de Sacheri.

Experimenté ansiedad para que llegase el momento del día que me permitiera continuar con la lectura (en ese tiempo era de lo único de lo que hablábamos con mis amigos que iban a la par mía leyéndolo), euforia al leer los discursos, sorpresa por algunos datos, tristeza y llanto cuando con detalles se relata su asesinato. Hasta que luego todo se transformó en alegría y esperanza.

Así como en los libros anteriores había arribado a alguna conclusión, en este libro también. Tercera conclusión: Sacheri fue un grande, un valiente, de una inteligencia excepcional, un mártir. Sacheri es el modelo del maestro cristiano, el modelo del laico comprometido con su presente y con el futuro. Sacheri fue un verdadero patriota al servicio del Reinado Social de Cristo en nuestro país. Sacheri fue un ejemplo de católico, de argentino, de padre de familia, de profesor.

El enemigo de Dios y de la Patria supo perfectamente que asesinaba a uno de los mejores. Pero su muerte fue su triunfo, el premio que merecía por librar de manera ejemplar el Buen Combate al que está llamado todo cristiano.

 

Hoy, parafraseando a un amigo, puedo decir que esa biografía enorme, de casi mil páginas, ese “ladrillo” escrito por Héctor Hernández, (excepcional discípulo de Carlos), es mucho más que un ladrillo, es la piedra angular que debe sostener a la verdadera Universidad que la Argentina aún tiene como deuda fundar.

Por último, cabe decir que Sacheri vive en la verdadera Argentina que no se rinde, que sólo dobla su rodilla ante Dios Nuestro Señor, y que sabe que “sin sangre no hay redención”.

Sacheri tiene un solo nombre: Carlos Alberto Sacheri Mártir de Cristo Rey

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